xArix




El viento que sopla entre mis dedos esta noche se ha vuelto tan frío que casi me hace daño, y la culpa de eso la tienes tú y solo tú... Lucía.

Desde que te fuiste, mis días transcurren tan tristes, tan monótonos, tan falsos, como si nunca hubieras existido. Así son mis días sin tí.

Llegaste un día a la mansión de árboles otoñales frente a mi hogar mustio y sombríó, no te había prestado atención, ni tu a mí. Mis días ajetreados, llenos de papeles que jamás finalizaban, de pantallas de ordenadores repletas de carpetas que jamás dejaban de abrirse y de palabras que se multiplicaban, consumían mi existencia, convirtiéndose en lo más importante para mí; porque tenía un destino, una meta a alcanzar, quería obtener resultados de mis noches en vela y todo mi esfuerzo; tú, por otro lado, tenías el tiempo a tu favor, creías siempre que todo se solucionaría, que obtendrías todo -o más que yo- sin la necesidad de correr tras tus objetivos sin un resquicio de positividad.

Aquel tiempo que yo consumía y que deseaba comprar al diablo, a tí te sobraba, y te permitías gastarlo jugando en aquel jardín de ensueño.


Varios meses después de tu llegada, un día llegué más temprano a casa, no para dormir o descansar, sino para prepararme una sopa de sobre y continuar con mi trabajo toda la noche si hacía falta.
Aquella tarde, estaba muy frustrada porque por culpa de un error, no podía continuar con mi trabajo y entre tantos papeles, se hacía imposible el encontrarlo. Sentía el peso del mundo sobre mi espalda, las letras se emborronaban y mis ojos parecían ir contra mis impulsos de continuar trabajando.

Fue entonces cuando escuché tu voz desde el otro lado de la calle.

Me levanté llena de curiosidad y corrí las persianas, dejando pasar los últimos rayos de sol del día para ver quién estaba allí, y hallé una niña de pelo castaño y ojos verdes, de nariz aguileña, que reía y hablaba con una sonoridad y alegría contagiantes; no pude evitar quedarme observándote en tu juego, donde hablabas con seres que no era capaz de ver e inventabas mundos enteros mucho más grandes y maravillosos que este, pero que cabían en tus pequeñas manos.
Estaba anonadada y fascinada a la vez, ¿cuánto hacía que no veía una persona así?
Hacía mucho, mucho tiempo, porque las personas con quienes habitualmente trato o ya olvidaron el verdadero concepto de la felicidad o no tienen tiempo para ella; yo pertenecía a esta última de cajón.

Aquel improvisado descanso, querida Lucía, se extendió hasta una hora y media, que fue cuando entraste a tu casa, dándose mi entretenimiento por terminado.

Regresé de nuevo a mis cuentas interminables, a la iluminación de mi lámpara de luz fosforescente, a la taza de sopa de sobre que no había llevado a la cocina, y tuve la feliz sorpresa de hallar el error en la primera página. Posiblemente, si aquellos momentos de felicidad que emanabas no se hubieran incrustado en mí, dudo mucho que hubiera encontrado aquel fallo -muy tonto además-. Así, repentinamente quise saber quién eras tú, algo dentro de mí me pedía que lo averiguara; al correr por una segunda vez las cortinas de mi residencia, vi la casa donde vivías en una completa y absoluta oscuridad; ¿te habrías acostado ya?

Nuestro barrio era un lugar lleno de gente monótona, los vecinos de al lado siempre que salen van al mismo sitio y vuelven para salir a la misma hora creyendo que hacen cosas útiles, la chica que vive encima de mí solo sale de higos a brevas y cuando me cruzo con ella es como saludar a un fantasma; hasta el perro de la vecina de abajo tendría más cosas que contar que todos los que viven por aquí. Eras la única que podía convertir aquel lugar en algo especial... lo presentía.



Algunos días mas tarde, me obsequiaron con un día libre, el cual podía desperdiciar como quería, pero el polvo de los muebles de mi casa, mi nevera vacía y la repulsión a las sopas de sobre, eran tareas que debían ser hechas y concluídas.
Salí de casa llena de pensamientos y reflexiones varias, sin tener en cuenta de que pasé justo por tu casa y por primera vez, me dirigiste la palabra...

Me hiciste una seña para que me acercara; al principio no supe que era a mí, pero con una exclamación alegre me aseguraste de que no era un error, así que abrí el portón que daba paso a ese jardín cubierto de hojas, de aquellos colores amarillentos, naranjas y marrones y poco a poco llegar hasta tí que me esperabas con una enorme sonrisa.

Te pregunté tu nombre, y contestaste que te llamabas Lucía...

Lucía...

Como yo...

Aquella coincidencia te pareció muy divertida, tanto que repetiste nuestro nombre unas cinco veces y danzaste alrededor de mí como una pequeña ninfa del bosque llena de vida.

Me hiciste aquella pregunta que me trajo a donde estoy ahora "¿quieres jugar conmigo?".

Yo no me acordaba de ningún juego, de nada en concreto que te pudiera interesar, ¿qué podría enseñarte a una niña como tú?

Pero me cogiste de la mano y me enseñaste tu mundo, poco a poco y lentamente, acostumbrando mis ojos a lo que tú eras capaz de ver...

Al principio aquel jardín era lo único que se plantaba justo en frente, pero con tus palabras me iba introduciendo en otro lugar mucho más allá de este jardín, de este barrio, de esta ciudad, de este país... Me decías cosas maravillosas, inimaginables, desde mundos perdidos, hechizos mágicos y piratas e islas del tesoro...

¿Sabes qué?

Los ví, allí estaban, subidos al tejado de donde yo vivía... escalando, mirando por todas partes en busca de un gran tesoro, con el barco pirata en medio de la calle, anclado a la vista de todos sin que ellos pudieran verlo. Luego me enseñaste lo que teníamos alrededor... Seres alados, hadas, unicornios, un palacio digno de una princesa...

No, yo era la princesa. Llevaba el más precioso vestido que podría haber soñado y varios duendes me cogieron de las manos para llevarme a un corro donde se encontraban danzando y riendo.

Con una sonrisa les seguí, tú te quedaste tras de mí. Las hadas del bosque y los árboles me hicieron una corona de flores y bailé con ellos... El tiempo no importaba, tan solo las risas y la danza, las flores que caían del cielo y seguir el compás pero...

Cuando me volteé para verte, tú ya no estabas.

Con esto desperté, se fueron los piratas, el barco, los duendes, el palacio, las ninfas, la princesa, e incluso la casa con el jardín otoñal... Más que asustarme, caí de rodillas al suelo y comencé a llorar desconsoladamente en aquel solar abandonado desde hace más de quince años.





Un mes después, todo ha vuelto a lo que era antes: los apuntes interminables, las sopas de sobre, la luz fosforescente, las noches en vela, y no sé porqué, cuando miro ese solar, despierto estos recuerdos que debería tener enterrados dentro de mí. Si un psiquiatra me escuchara seguro me internaría en un manicomio sin pensárselo dos veces o ni siquiera sin pensárselo.

Además, tu nombre, que además es el mío, siempre lo llevo conmigo... Lucía.

Me levanto a por un café dispuesta a continuar trabajando por la noche cuando te veo y no puedo evitar dar un grito de espanto mientras me llevo las manos al rostro.

No.

No eras tú.

Me acerqué adonde te había creído haber visto y me ví a mí misma reflejada en el espejo... Durante una fracción de segundo, te había creído ver. Justo cuando me iba a ir, caí en una cosa... Tus ojos verdes, eran iguales que los míos; tu nariz aguileña es como la mía, y tu pelo castaño también... Probé a sonreír y fue entonces cuando mis dudas se disiparon querida Lucía...

Por fin lo entendía todo, supe todo lo que tenía que saber.

De nuevo las lágrimas corrían por mi rostro cansado.

Había olvidado que hacía mucho tiempo atrás, yo creé aquel mundo lleno de vida..

Yo fui la asesina de Lucía, y al mismo tiempo de todos los amigos que jugaban con ella cuando estaba sola, todo por querer crecer demasiado deprisa, todo por querer ser adulta demasiado deprisa, todo para acabar así... de esa manera...

Pasé la tarde viendo álbumes de fotos donde me reencontré con Lucía y con los más bellos momentos, recordando todo aquello que no se perdió, sino que dejé de lado y que ahora podía recuperar... si lo deseaba.


Me levanté de donde estaba, con el atardecer en su esplendor y una brisa fresca dándome de lleno en el rostro... Hoy ha comenzado una nueva vida... Mañana... Mañana una nueva aventura.











Que Arisugawa esté con vosotros
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1 Response
  1. Amixeh Says:

    OMG!!

    Se puede decir que leer esto es lo más provechoso que voy a hacer en todo el día.

    Me encanta la Lucía de la infancia, en cierto modo me recuerda a mí, es más, la historia entera me recuerda a mí... Hay que volver a los orígenes y disfrutar de la vida como cuando éramos pequeños y no teníamos conciencia de nada.

    Yo encontraré cosas curiosas pero a escribir no te gana nadie cariño.

    1 Besazo enorme!!!!